Cómo el plan del Pentágono para un apocalipsis zombie se convirtió en su experimento de entrenamiento más creativo
- Alexander Fernandez
- 9 oct
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Alexander Fernandez
Reportero con Life News Today
En 2011, mucho antes de que una pandemia mundial pusiera a prueba la preparación nacional y de que los ciberataques amenazaran la infraestructura del país, un grupo de oficiales subalternos del Comando Estratégico de Estados Unidos se reunió en una sala sin ventanas en Omaha, Nebraska, frente a una plantilla en blanco de planificación de contingencias. Su tarea era diseñar una operación simulada utilizando el Joint Operation Planning and Execution System (JOPES), el marco que el Pentágono usaba para prepararse ante cualquier crisis imaginable en tierra, mar, aire o ciberespacio. El objetivo era enseñarles a construir un plan lo suficientemente flexible para resistir una catástrofe global y lo bastante realista para poner a prueba los límites de la preparación militar. Lo que comenzó como un ejercicio académico se convertiría en una de las lecciones más duraderas de la estrategia de defensa moderna, un momento en que la creatividad y la estructura se unieron para moldear cómo las fuerzas armadas aprenden a imaginar lo inimaginable.

Los oficiales enfrentaban un problema constante en la educación militar. Los ejercicios de práctica a menudo usaban versiones ficticias de países reales para simular conflictos geopolíticos, pero esos planes a veces se filtraban o eran malinterpretados por gobiernos extranjeros, provocando tensiones diplomáticas innecesarias. Los instructores necesitaban un escenario tan inverosímil que ninguna nación pudiera confundirlo con la realidad. Tras un cuidadoso debate, eligieron una idea que desafiaba toda interpretación. Eligieron zombis.
El resultado fue CONPLAN 8888-11, titulado Counter-Zombie Dominance, un documento de treinta y una páginas redactado y formateado como cualquier otro plan conceptual del Comando Estratégico. Incluía fases operativas, evaluaciones legales y análisis de amenazas elaborados con la misma precisión que se aplica a la disuasión nuclear o a las operaciones de ataque global. Según sus autores, un grupo de oficiales subalternos del Comando Estratégico, “este plan cumple con la tarea ficticia de la Contingency Planning Guidance de desarrollar un plan JOPES de nivel 3 para emprender operaciones militares destinadas a preservar a los humanos ‘no zombis’ de las amenazas que representa una horda zombi”, según el propio documento.

El aviso de descargo explicaba que el plan fue escrito por oficiales en formación que aprendían a aplicar JOPES. Los autores señalaron que utilizar un escenario ficticio “evitó preocupaciones sobre el uso de información clasificada y mantuvo mejor la atención de los estudiantes”, según el texto. Lo que comenzó como un ejercicio técnico pronto evolucionó hasta convertirse en una de las demostraciones de preparación más ingeniosas jamás producidas. Con el tiempo, su influencia se extendió mucho más allá del aula, moldeando cómo las nuevas generaciones de planificadores entendían la imaginación como una herramienta de preparación.
Cada página seguía el marco oficial del Pentágono para la planificación de contingencias. Los autores explicaban cómo definir objetivos, identificar vulnerabilidades y coordinar con agencias civiles ante una emergencia creciente. Crearon un modelo de preparación inspirado en DEFCON, llamado Zombie Conditions o Z-CONs, que “proporcionaba acciones predeterminadas para posicionar de manera proactiva a USSTRATCOM en respuesta a señales de amenaza y advertencia”, según el documento. El plan dividía las operaciones en misiones defensivas y ofensivas. La parte defensiva se centraba en vigilar el entorno ante actividades relacionadas con zombis y preparar capacidades para responder, mientras que la ofensiva autorizaba al Comando Estratégico a eliminar amenazas zombis contra la seguridad humana utilizando fuerza militar bajo la dirección del presidente y del secretario de Defensa.

El lenguaje del plan era meticuloso y serio. “Los zombis son terriblemente peligrosos para toda la vida humana y las infecciones zombis tienen el potencial de socavar gravemente la seguridad nacional y las actividades económicas que sustentan nuestro modo de vida”, escribieron los autores. Aunque el planteamiento era absurdo, la ejecución era exacta. Cada línea estaba escrita como si la amenaza fuera real. Detrás de la sátira se encontraba una estructura disciplinada destinada a poner a prueba la toma de decisiones bajo presión y a simular cómo Estados Unidos podría responder ante una crisis descentralizada e impredecible.
Una de las secciones más detalladas, llamada Zombie Threat Summary, clasificaba a los posibles enemigos en categorías. Los Pathogenic Zombies se describían como “formas de vida creadas después de que un organismo es infectado por un virus o bacteria”. Los Radiation Zombies surgían “después de que un organismo recibe una dosis extrema de radiación electromagnética o de partículas”. Los Weaponized Zombies se referían a “formas de vida creadas deliberadamente mediante ingeniería biomecánica para ser utilizadas como armas”. La categoría más humorística, los Vegetarian Zombies, se definía por “su aversión a los humanos, su afinidad por las plantas y su tendencia a gemir semi-comprensiblemente la palabra ‘grains’”. Lo que parecía humor era, en realidad, un método codificado para clasificar amenazas: cada tipo representaba un riesgo distinto, desde contagios biológicos hasta fallas tecnológicas.

Incluso la sección legal se redactó con el mismo tono operativo usado en documentos reales. Los autores escribieron que “las leyes estadounidenses e internacionales regulan las operaciones militares solo en lo que respecta a la vida humana y animal” y que “casi no existen restricciones sobre las acciones hostiles que pueden tomarse, ya sea de forma defensiva u ofensiva, contra formas de vida patógenas, entidades robóticas orgánicas o zombis tradicionales”, según el documento. Agregaron que “probablemente será necesaria una declaración de ley marcial dentro del territorio continental de EE.UU. si se identifican amenazas zombis”, según el texto. Aunque las palabras tenían un tono irónico, el razonamiento era serio. El plan obligaba a los estudiantes a considerar la cadena de mando, la jurisdicción y los límites del poder de emergencia. Cuestiones similares surgieron más tarde durante la respuesta federal a la COVID-19 y los ciberincidentes de gran escala, cuando las autoridades civiles y militares debieron aclarar responsabilidades superpuestas.
Las seis fases operativas del plan reflejaban las utilizadas en campañas militares conjuntas reales: Shape, Deter, Seize the Initiative, Dominate, Stabilize y Restore Civil Authority. Durante la fase de conformación, el Comando Estratégico realizaría vigilancia y entrenamiento en materiales peligrosos, similares a los procedimientos modernos de contención pandémica. En la fase de dominio, el plan ordenaba ataques inmediatos sobre las concentraciones iniciales de zombis, seguidos de transmisiones públicas que guiaban a los sobrevivientes para reagruparse. La estructura se asemejaba a los protocolos federales de gestión de desastres utilizados posteriormente en emergencias reales, demostrando cómo un entrenamiento imaginativo podía anticipar desafíos de coordinación entre la defensa y las agencias civiles.

Cuando CONPLAN 8888 se hizo público en 2014 mediante una solicitud de la Ley de Libertad de Información, atrajo de inmediato la atención nacional. El Comando Estratégico confirmó que el plan era auténtico, aunque enfatizó que se trataba solo de un ejercicio de entrenamiento. “El documento no fue diseñado como una broma”, dijo un portavoz del Comando Estratégico a Foreign Policy. “Fue creado por un pequeño grupo de oficiales como un ejercicio creativo de entrenamiento para la planificación de contingencias”, según Foreign Policy. La revelación transformó el documento de un proyecto académico en una curiosidad cultural y un estudio de caso sobre innovación militar. También subrayó cómo la imaginación, incluso en la planificación de defensa, podía servir como una herramienta legítima para evaluar la preparación institucional.
El humor atrajo titulares, pero la precisión impresionó a los estrategas. Incluso después de que la novedad se desvaneciera, la influencia del plan perduró. Los educadores militares comenzaron a usarlo en cursos y seminarios como ejemplo de cómo enseñar pensamiento crítico dentro de sistemas rígidos. El mismo marco que una vez guió a los oficiales a través de escenarios zombis imaginarios se aplicó después a simulaciones de pandemias, interrupciones cibernéticas y crisis de suministro. En una cultura de defensa definida por el procedimiento, la imaginación encontró su lugar como una forma legítima de preparación.
Su relevancia solo ha crecido con los años. La crisis sanitaria global de 2020, las olas de desinformación y el rápido avance de la inteligencia artificial han puesto a prueba los modelos tradicionales de planificación. Agencias como el Departamento de Seguridad Nacional y FEMA ahora utilizan simulaciones narrativas similares al plan zombi para prepararse ante emergencias complejas y en cadena. Lo que comenzó como una parodia se ha convertido silenciosamente en un modelo de preparación creativa y pensamiento adaptable dentro del gobierno moderno.

TLos propios autores parecían anticipar ese resultado cuando escribieron que “este tipo de escenario de entrenamiento puede convertir un tema muy seco y monótono en algo bastante agradable”, según el documento. Lo que comenzó como una observación académica se ha convertido en una declaración sobre la educación militar misma. Los instructores ahora citan CONPLAN 8888 como prueba de que el humor y la imaginación pueden fortalecer la doctrina en lugar de debilitarla. Su uso continuo en la formación militar profesional demuestra que la creatividad ya no es una excepción en la planificación de defensa, sino una parte esencial de la preparación.
Más allá de su uso en las aulas, la persistencia del plan revela lo que las instituciones estadounidenses valoran en una era de incertidumbre. Muestra que la preparación depende tanto de la adaptabilidad como de la fuerza. Al demostrar que una amenaza imposible podía ofrecer lecciones prácticas, el plan redefinió la manera en que Estados Unidos enfrenta lo desconocido. También transmitió un mensaje cultural silencioso: en una época en que los peligros reales e imaginarios se superponen cada vez más, la imaginación se ha convertido en parte de la infraestructura nacional.
En 2023, el analista de defensa retirado Thomas Kolditz describió el plan zombi como un ejemplo de “creatividad institucional” que transforma la improbabilidad en preparación. Su evaluación reflejó la creencia creciente de que la resiliencia militar depende más de la adaptabilidad que de la rutina. Esa mentalidad ahora define muchos entornos de formación, donde se anima a los oficiales a pensar más allá de los límites y aplicar razonamientos no convencionales a desafíos complejos.
Cuando los oficiales del Comando Estratégico redactaron el plan por primera vez, probablemente esperaban que desapareciera al finalizar su curso. En cambio, se convirtió en uno de los documentos de entrenamiento militar más comentados del siglo XXI. Aunque nunca se concibió para su aplicación real, su marco continúa influyendo en la planificación de contingencias. Permanece archivado en bibliotecas de defensa y citado en estudios académicos, no como humor, sino como prueba de lo que puede lograrse cuando la creatividad y la estructura se alinean.

Detrás de la ficción había una lección que trascendió su humor conceptual. El ejercicio demostró que la imaginación podía agudizar la disciplina y que lo absurdo podía iluminar la realidad. Más de una década después, CONPLAN 8888 sigue recordando a estrategas y estudiantes que incluso los escenarios más improbables pueden fortalecer la preparación. Los oficiales que lo escribieron entrenaron para una amenaza que nunca existió, pero al hacerlo, se prepararon para un mundo que pondría a prueba cada suposición que alguna vez imaginaron.
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